martes, 5 de septiembre de 2023

Estupor vecinal ante una atrocidad urbanística en Las Cárcavas

 
Valdebebas es una zona tranquila, una más de las nuevas áreas de la ciudad en la que habitan mayoritariamente familias con niños pequeños. Su zona oeste es un entorno de calles estrechas y edificios de poca altura, el remate del madrileño barrio de Las Cárcavas de San Antonio, un antiguo arrabal que hoy en día sigue careciendo de los mínimos servicios y dotaciones, un lugar olvidado e históricamente desatendido por los poderes públicos.

Al comenzar los años 2000, con la puesta en marcha del barrio de Valdebebas, el Ayuntamiento prometió a los vecinos de Las Cárcavas que atendería por fin sus reivindicaciones y que en su frontera con el nuevo barrio aumentaría la proporción de equipamientos para compensar las carencias denunciadas desde antaño. En el Plan de ordenación de Valdebebas, su zona oeste, el denominado Remate de Las Cárcavas de San Antonio, sería un conjunto residencial con baja densidad de población y servicios para todos.

Pero el pasado mes de mayo, sobre las dos únicas parcelas de uso terciario de Valdebebas Oeste, comenzó la construcción de unas torres que triplicarán la altura del barrio, quebrantarán la promesa municipal de respetar la baja densidad y no aportarán nada de lo prometido a los vecinos. Es escandaloso que las dos parcelas fueran de propiedad municipal y que el ayuntamiento se jactara de que con su venta propiciaría la implantación de nuevos servicios, actividades terciarias variadas, para todos los residentes de Valdebebas Oeste y Las Cárcavas.

La promesa municipal ha resultado ser un canto al sol, pues lo que en realidad habrá en este suelo terciario serán dos apartoteles de una estrella, en cuatro torres de doce plantas, con pequeños apartamentos para alquiler, sin siquiera algún local comercial para un sector que todavía carece de los servicios elementales.

El comienzo de las obras ha sido una triste sorpresa para todos los vecinos, estupefactos ante las gigantescas construcciones e indignados con el Ayuntamiento, tanto por su falta de palabra como porque, en lugar de servirles, ha especulado con esta venta, y ahora deja aprovecharse a otros, al desentenderse de vacíos legales, cometer errores en la redacción de sus normas urbanísticas y permitir interpretaciones retorcidas.

Este es otro nuevo caso de unos fondos de inversión empecinados en hacer dinero, pero indiferentes a las consecuencias de sus actividades, que el ayuntamiento consiente sean o no perjudiciales para el barrio en que se instalan y den o no vida a sus vecinos, las muchas familias que hicieron una apuesta arriesgada por el lugar en momentos de incertidumbre económica.

Porque las cuatro torres que comienzan a levantarse ahora triplicarán la altura del barrio y añadirán 590 nuevas unidades residenciales, lo que supone casi duplicar el número de viviendas previsto para todo Valdebebas Oeste. Además, sus macro aparcamientos para un total de 573 nuevos vehículos, no contemplados así en el estudio de tráfico formulado en el Plan, complicarán la movilidad de la zona y saturarán sus salidas hacia la M40 y la M11 y sus conexiones con los barrios colindantes.

Para el Remate de Las Cárcavas se contemplaba originalmente la construcción de edificios de viviendas de cuatro alturas. Paradójicamente, los usos terciarios podrían alcanzar hasta ocho, algo razonable para el resto de las áreas de Valdebebas, donde las alturas de unos y otros usos son equiparables, pero contradictorio en este sector contemplado por la propia normativa como una pieza menor, un remate de baja densidad con fachada homogénea hacia el Parque.

Para mayor escarnio, o al menos desatención, en una modificación posterior del Plan, llevada a cabo tras la reparcelación del barrio y cuando el ayuntamiento era ya propietario de estos suelos, se eliminó la limitación del número de plantas sin ninguna justificación, lo que debe considerarse ilegal y es claramente injusto.

Quienes vinieron a vivir a este lugar a caballo entre Valdebebas y Las Cárcavas, confiaban en la promesa de calles estrechas, baja densidad, edificios de menor altura y suficientes dotaciones. Ahora se sienten engañados y estafados ante el blanqueo de un suelo terciario en residencial en el que crecen las recién bautizadas “torres de la desvergüenza”, que multiplicarán el número de vecinos sin aportar nada a cambio, ni servicios, ni convivencia para el barrio, y que lo transformarán en un nuevo barrio dormitorio.

Cuando todavía las obras no asoman de su enorme vaciado de tierras, los vecinos se movilizan para reclamar que se reconsidere el proyecto y se transforme en otro más adecuado para este barrio residencial poco denso, limitado en altura conforme a la estrechez de sus calles, y todavía sin dotaciones.

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